lunes, 2 de mayo de 2011

un solo boton.

A la larga, existe sólo una acción que depende de nosotros y con cuya ayuda podemos expresar nuestro deseo. Todas las otras acciones no funcionan.

Digamos que soy consumido por un ardiente deseo de hacer o cambiar algo, de mejorar mi vida. Existen miles de interruptores frente a mí en la pared. Yo sigo presionando los botones esperando ver algunos cambios, trato de entender si activé algo, mientras pierdo el hilo de la secuencia y me pierdo al localizar los botones…

Así es en nuestra vida: nos desorientamos por los numerosos “botones” que apenas si tenemos tiempo de presionar. “Relájate”, aconsejan los cabalistas. “De esta manera, no tendrás éxito. Existe sólo un botón que necesitas presionar para sentirte bien. Si presionas alguno de los otros, te sentirás mal”.

¿Entonces por qué están ahí los botones?, son necesarios para que, mientras hacemos intentos en vano, nos volvamos más listos y encontremos el botón adecuado. Este camino es considerado como “el camino del sufrimiento”.

Pero existe otro camino, “el camino de la Torá”, donde la persona recibe instrucciones: “No toques ningún otro botón de la pared porque va a empeorar las cosas. Después de todo, piensas que funcionan y esperas buenos resultados. El tiempo transcurre, mientras continúas poniendo tus esperanzas y aspiraciones no en el Creador, no en la única fuerza actuante en la realidad. En otras palabras, estás sirviendo a ídolos. Aparte, al tener las mismas expectativas, estás retrasando cada vez más el ritmo de corrección predeterminado. Como resultado, cada botón presionado incorrectamente y el retraso que le sigue, lleva a consecuencias negativas”.

¿Entonces cuál es la solución? Necesitamos encontrar el botón adecuado lo más rápido posible. En el artículo “La libertad” Baál HaSulám explica cómo se hace. Si sigues regresando al mismo botón, presionándolo cada vez más fuerte, consigues abrir la fuente de la abundancia, que te corrige y te llena con todo lo bueno que existe.

Ese es el único botón que enciende todo el sistema, mientras que todos los otros no están conectados a nada. Al presionarlos, sólo te provocas molestias, en lugar de activar el único mecanismo del que dispones. De la misma manera, la inactividad naturalmente te trae problemas. Los engranajes de la realidad continúan rodando, y si no contribuyes positivamente con estos, el sistema automáticamente se desliza hacia lo negativo.

Es por esto que es necesario encontrar el botón correcto entre todos los otros y entrenarte para presionar sólo este, sin cometer ningún error. Esto constituye nuestro trabajo ¿quién no busca la suerte? De esto se trata la “suerte”.

m. laitman

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