“De día mandará el Señor Su misericordia y de noche Su canción estará
conmigo”[Salmos XLII, 19.].
De ahí que las alabanzas cantadas de noche constituyen la plegaria
más perfecta. Así, cuando Dios estuvo ultimando a los primogénitos
en Egipto, los israelitas en sus casas le cantaban a El alabanzas y
salmos. Y bien, el rey David también acostumbraba levantarse a medianoche,
como está escrito: “A medianoche me levantaré para dar gracias a Ti”[Salmos CXIX, 62.]
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