jueves, 9 de junio de 2011

el control de los deseos

Vivimos en la primera generación de personas que se despiertan para descubrir el significado de la vida, para comprender por qué viven. En las generaciones anteriores, solíamos vivir como animales. Sólo teníamos el egoísmo, el deseo de disfrutar que constantemente nos empujaba hacia adelante, y a través de esto tratábamos de llenarnos en una carrera sin fin desde un placer al otro. Sin embargo, nunca estuvimos satisfechos porque el placer es opuesto al deseo de recibir, como los dos polos en un circuito eléctrico que son opuestos el uno al otro.



Tan pronto como la Luz la toca, la vasija desea entrar en ella, de inmediato se produce la aniquilación, un “corto circuito”, y se anulan entre sí. Cada vez que queremos disfrutar de algo, basta con tocar solamente el placer, y este desaparece. Sentimos el sabor de los alimentos, pero se va. Vemos algo bello, pero se disipa el encanto. Los sentimientos positivos no se quedan con nosotros, y no somos capaces de acumularlos, de añadirlos a nuestra “alcancía” de día en día.

Al final, vemos que nuestra generación está en la desesperación. Las personas no tienen nada con que llenarse; no sienten el sabor, el placer. Usan drogas para escapar y se calma con medicamentos y antidepresivos. ¿Por qué?

Nuestro deseo egoísta que fue creciendo a lo largo de la historia, ha detenido su desarrollo. Durante miles de años, fue ganando fuerza, y nos pareció podríamos continuar encontrando mayor placer en nuevos deseos. La sensación de placer es el sentimiento de la vida. Pero hoy, nuestro deseo de recibir se ha saciado completamente, y hemos caído en la desesperación de la impotencia, sin ver ninguna posibilidad de trasladarnos a otra parte.

Este es un momento especial, una condición especial, y es por eso Baal HaSulam escribe que se alegra de haber nacido en la época en que es posible dar a conocer la sabiduría de la Cabalá. ¿Por qué es posible esto? “Cabalá” es sinónimo de recepción, en hebreo. Esta nos enseña cómo alcanzar la sabiduría para llenarnos de placer infinito, en vez de sentir cómo desaparece y muere, como todos los placeres se desvanecen. Por lo tanto, la sabiduría de la Cabalá nos lleva al placer infinito, lo cual significa vida eterna.



Por otra parte, la Cabalá nos lleva a tal punto que llegamos a ser los amos de nuestras vidas. Junto con el deseo de recibir más que satisfecho, el “punto en el corazón” (•) se revela en la persona, el cual es una propiedad más, el deseo de otorgar.

El más y el menos, el deseo de otorgar y el deseo por los placeres existen en la misma persona, y ella adquiere la libertad de elección. Ahora tiene dos fuerzas, y al desarrollarlos, uno contra el otro, comienza a controlarlos, es decir, a controlarse a sí misma. La persona decide qué camino tomar y qué grado de deseo de utilizar.

Así, evoluciona en tres líneas: hace la línea media a partir de las líneas de derecha e izquierda. De hecho, esta línea media se llama un “humano” (Adam), porque él la hizo, formó su esencia interior, y como resultado, esta le pertenece. Antes de eso, en todas nuestras reencarnaciones nos desarrollamos de manera similar a los animales, empujados por el deseo egoísta, y recibiendo más placeres de acuerdo a sus órdenes.

Hoy en día, no podemos controlar todavía nuestros deseos, porque sólo tenemos un pequeño punto en el corazón. Nos reunimos y estudiamos la sabiduría de la Cabalá, la cual explica cómo desarrollar este punto para que tengamos dos grandes deseos. Entonces, ya no somos gobernados desde Arriba por la fuerza del egoísmo, sino que tendremos agarradas dos fuerzas en nuestras manos y seremos capaces de elevarnos por encima de esta vida.

M. LAITMAN.

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